Hace no demasiados años un amigo muy querido me invitó a realizar juntos el Camino de Invierno, justo en el mes de diciembre.
Por de quien venía no tuve más opción que sopesar seriamente su propuesta. Aquella encantadora locura empecé a conocerla como La épica, ya que por entonces no conocía el Camino de Santiago de Invierno.
La comodidad natural del verano se trunca en épica si la nieve y el frío aparecen en mitad del collado que toca atravesar. Así que empecé a investigar alternativas sobre el mapa, no fuera que el hombre del tiempo tuviera el desafortunado capricho de dificultar nuestra marcha en exceso.
Como fuere que el Camino lleva más de mil años con nosotros, podría haber adivinado que casi todo sobre él estaba ya inventado. Y efectivamente, el esforzado peregrino de antaño lejos de albergar un intenso deseo de aventura –ya de por sí el Camino en aquella época estaba bien dotado de todo tipo de ellas sin ni siquiera pretenderlo–, eligió la senda más fácil, precisamente como las aguas del río Sil que bajan buscando al Miño.
Estoy hablando del Camino de Invierno, el trazado alternativo que el peregrino tomaba para evitar las nieves del Cebreiro en lo más crudo del invierno. Todo comienza en Ponferrada a los pies de las murallas de su Castillo Templario.
Mientras la Grande Boucle de peregrinos mira hacia Villafranca del Bierzo siguiendo la multitudinaria vía francesa, sólo unos pocos han oído hablar de la senda que se prolonga a lo largo de ambas orillas del río Sil hasta alcanzar su clímax sobre los cañones del Sil.
Cañones del río Sil
Este lugar de la Ribeira Sacra tiene especial significado en diciembre.
Por un lado está su nombre, que responde con seguridad a la cantidad de monasterios y templos que se alinean sobre las escarpadas paredes de cada cañón.
Por el otro, se encuentran las viñas que se pueden contemplar a lo largo del cauce del río dispuestas sobre un sistema de terrazas de piedra de origen romano. La uva crece y madura en un lugar sobrecogedor bendecido con un microclima más suave en invierno, ideal para el buen ánimo y, porqué no decirlo, el estómago del viajero en busca de un buen caldo con miras de reavivar su marcha.
El río Miño en Belesar
Tras este regalo paisajístico nos adentramos en las tierras de Lemos donde Monforte se erige como capital de un rico patrimonio.
Bien merece una larga parada esta histórica ciudad donde digerir con parsimonia los momentos anteriormente vividos al calor de una lareira, donde avituallarnos para la recta final hasta Santiago.
Monasterio de Monforte de Lemos
Tras dejar Monforte de Lemos, el Camino de Invierno se dirige en busca del río Miño y lo encuentra a la altura de Belesar, lugar por donde se cruza.
Siempre rodeados de las mismas viñas sobre escarpadas laderas que de nuevo se empequeñecen, ya sólo nos queda ir a buscar donde el Camino de Santiago de Invierno y el Sanabrés se besan para formar un único ramal hasta la mismísima Catedral de Santiago.
De Ponferrada a Santiago. (Camino de Invierno)
Fotografía de Woman To Santiago
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