¿Quién no ha oído hablar de la merecida recompensa del peregrino al llegar a Santiago? Seamos en esta ocasión un poco más mundanos y accedamos a un premio que despertará hasta el sexto sentido en el hotel A Quinta da Agua.
Fueron casi 12 días de preciado castigo para mis pies, hombros y voluntad cuando el Camino se pone muy cuesta arriba. Y creedme que en este Camino Portugués por la Costa existen momentos donde pondrías la mochila en distinto lugar de mis macerados hombros.
La llegada a Santiago fue una tendida cuesta de varios kilómetros que nos pareció un suspiro por la motivación extra de llegar y también como no decirlo, por el exceso de buena forma tras casi dos semanas de sano y continuado ejercicio. Empezó a llover nada más arribar a la Plaza del Obradoiro. Un diluvio que prometía empaparnos si no poníamos inmediato remedio, y éste llegó en forma también de agua, más controlada eso sí: el Hotel A Quinta da Agua.
El lugar edificado sobre una antigua fábrica de papel tiene el duende y el gusto de su artesana. Entre sus muros ha quedado impregnado el cuidado exquisito al viajero que viene a descansar de sus periplos, pero también a asentar lo aprendido y disfrutado. Y así ocurre con toda naturalidad, porque todo a tu alrededor parece conchabarse de buena manera para que ocurra.
Primero el discurrir del agua por el spa, después los paseos por los jardines adyacentes donde el agua sigue sin abandonarte, y para culminar un cálido café de época donde charlar con tu compañero de viajes como perfecto epílogo a la aventura del Camino de Santiago.
Santiago de Compostela.
Photography by Woman To Santiago