Me atrae Oporto. De siempre. Su deliciosa decadencia es subyugante cuando paseas no sin cierta dificultad por sus empinadas callejuelas hacia ninguna parte.
Tiene cierto mérito físico, al igual que el Camino de Santiago, conocer una ciudad que mira al río Duero en lugar de hacia un Océano. Posee mucho encanto, el mismo que hace discurrir el tiempo tan rápido, que al llegar al hostel bien entrada la noche, te hace notar la gran paliza que tus pies se han llevado.
Lugar inmejorable para el inicio de nuestro primer Camino Portugués por la costa. Y como punto de partida, la Librería Lello donde encontramos una pequeña guía de esta vía que nos sirvió de especial credencial hasta Compostela. Ahora, una vez terminado el viaje, y tras 231 Km de costa Atlántica, es un magnífico documento repleto de sellos y anécdotas manuscritas.
Tres miradores son ineludibles para conocer la ciudad en la distancia. Dos muy arriba, el primero pasado el puente de Luis I donde muere el Teleférico de Vila Nova de Gaia; el segundo es el mirador de su Seo. El tercero, es el más personal y vivo, el que te da la visión de subir y bajar por el enjambre del viejo casco de Oporto hasta agotar el aliento. Si el tiempo lo permite, y el verano es suave por la noche, existe un cuarto mucho más relajado: Las terrazas sobre las bodegas en la orilla de Gaia. Con una copa de vino de Oporto en la mano, y las luces del viejo casco iluminando en terrazas al otro lado del Duero, la visión es espectacular para todos y cada uno de tus sentidos.
Tomaos un tiempo, un día entero, quizá dos para convertir el callejear por Oporto en la primera etapa del Camino Portugués. Sellad en una taberna de la ribera al caer la tarde, en la Lello, no sin antes llevaros un buen libro, en el local del Fado más sentido, bajo la Torre de los Clérigos, en cualquiera de sus bodegas del vino homónimo, en el Mercado do Bolhão, o en su confitería tras probar al menos dos tartaletas de Belem.
Oporto. (Camino de Santiago Portugués)
Fotografía de Woman To Santiago
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